13 ago 2010

Día 3. San Francisco. 14 de mayo 2010.

Supershuttle nos recogió en el Rooselvelt Hollywood de Los Ángeles a la hora prevista, las 5.30 am, muy amablemente desde el hotel los llamaron para confirmar que no íbamos a necesitar otro medio de transporte. Y sin casi nada de tráfico nos fuimos de Los Ángeles con un poco más de equipaje físico y espiritual del que habíamos llevado.

Así llegamos al aeropuerto sobre las 6.15 am, en concreto a la Terminal de United Airlines para dirigirnos a San Francisco. Parecían las 12 de la mañana de la gente que había. El avión salía a las 7.30 y llegábamos a San Francisco a las 10 am.


El vuelo se nos hizo super corto, ya empezábamos a acostumbrarnos a esto de volar como medio principal de transporte, y como no había avión para llegar al hotel una vez en la ciudad decidimos coger el BART y uno de esos famosos tranvías hasta Fisheman's Warlf. Quizás un taxi sea más rápido y cómodo y de precio apenas hay diferencia pero ir en tranvía es una experiencia única.














El camino fue genial porque el tranvía hasta nuestro hotel, el Sheraton Fisheman’s Warlf, pasaba por toda la costa desde el Pier 1. Un espectáculo de día y de noche, el Pier 39 www.pier39.com/ y por supuesto en general el ambiente del puerto, una de las zonas que más nos gustaron aunque hacía un frío que pelaba, más que brisa marina se diría que era brisa polar.





Llegamos al Sheraton, un hotel de categoría cuya ubicación es perfecta, justo a 1 minuto del Fisheman's Warlf. Como el resto de hoteles lo contratamos con El Corte Inglés, y la habitación doble nos costó 190 €/noche aproximadamente, podéis verla en la foto inferior. Llegamos sobre las 11.30-12 am, y aunque el check-in fue rápido, nos duchamos y entre unas cosas y otras se hicieron las 14 pm.






Comprobamos que la cama era muy cómoda, que la habitación era silenciosa y todo bastante nuevo, no tenía el glamour del Roosevelt de LA pero cumple como hotel de 4 estrellas en una de las zonas más concurridas y animadas de San Francisco, el Fisheman's Warlf.




Baño con lavabo separado de ducha y wc.









En la zona exterior de entrada al hotel hay una zona chill out muy acogedora.


La piscina no la probamos, a diferencia del clima estival de LA en San Francisco casi todo el rato hacía frío.



















Comimos en el Fisheman’s Warlf como nos habían recomendado, en uno de los puestos del puerto donde habíamos leído en varías guías que el Clam chowder era el mejor de San Francisco.












Lo combinamos con unos camarones y algo de marisco (cangrejo, langosta..). Hay mucha fritura en estos puestos, mejor pedir otras cosas porque si no corréis el riesgo de no detectar el sabor de los productos.
















El clam chowder es una crema (de almejas, cangrejo, etc..) más o menos densa según el sitio donde la pruebes, pero suele estar deliciosa.


Todos los restaurantes del lugar estaban hasta la bandera, por eso había un ambiente estupendo, se notaba que allí comen los lugareños y eso siempre es muy buena señal. De precio medio/alto según lo que pidáis.










Con el estómago lleno cogimos un tranvía lleno hasta la bandera en dirección a Union Square.







Para los que sufran claustrofobia no les recomendamos en absoluto los tranvías digamos “normales” porque yo que soy pequeñita iba aplastada en el sentido más literal de la palabra, apenas podía respirar.

Sin embargo en los tranvías antigüos, como luego os contaremos, íbamos desatados, libres, como flotando.. y ver nuestras respectivas caras de felicidad disfrutando tanto ese momento aún mejoraba más la situación.
Como sin darnos cuenta muy pronto llegamos a Union Square, y allí, en la plaza más famosa de San Francisco donde hay un Macy’s escandalosamente enorme, un gigantesco Tiffany’s y una casa Levi’s de unas 4 plantas, por esas calles nos perdimos un rato entre los habitantes de esta alocada ciudad.
















No compramos nada por allí, y eso que lo intentamos!












Casi como quien no quiere la cosa acabamos en varias de las cuestas más famosas de la ciudad y por supuesto en la que subía a Chinatown, donde sólo entramos en una tienda porque había kimonos en plan elegante y más estilo japonés pero por los colores y porque no había de nuestra talla no pudimos comprar ninguno, menos mal porque el más barato rondaba los 100 dólares largos, casi 200.

De todas formas habían más tiendas que no parecían tan caras a juzgar por los escaparates, pero el género que exponían no nos gustó mucho.

















Ni por casualidad dimos con la tienda esa que vende las galletitas de la suerte chinas, y eso que la buscamos un poco, pero la suerte precisamente quiso que las probáramos en otra parte del viaje..



















Muchas pagodas, y mucho Japantown después, empezamos a coger tranvías normales primero y después de los antigüos cuya fama está más que justificada.
















Cualquier calle es peculiar en San Francismo, y por peculiar nos referimos a empinadas, mejor ir en tranvía si no se quiere acabar el día hecho polvo.

















No tengáis miedo a cogerlo porque la velocidad no es excesiva, sólo lo suficiente para disfrutar del paisaje en un medio histórico que caracteriza a San Francisco.
Para nosotros los tranvías antigüos merecen una mención honorífica. Son de lo mejor de San Francisco. No sabíamos muy bien cómo funcionaban porque no los cogimos en los sitios “típicos” pero conseguimos que en los trayectos donde los cogimos el conductor nos colocara por la parte exterior como colgando del tranvía, y esa es precisamente una de las experiencias más singulares de la ciudad.

Allí cogidos de la barra bajando esas increíbles cuestas con el mar de fondo, atravesando las bellas calles de una ecléptica ciudad tanto en sus gentes como en sus escenarios, nos dejamos llevar sin miedo por la libertad que allí se respira, dentro y fuera de estos incomparables medios de transporte.













En la mayoría de zonas son casas bajas, hay algunas preciosas cuya hipoteca debe dar miedo. Y así, disfrutando de tan peculiar paisaje urbano acabamos en la espectacular calle Lombard.














Qué curioso, justo lo que menos pensé que me iba a impresionar y nada más verla me quedé clavada en la acera contemplándola embobada mientras cogía aire para seguir “escalándola”.












No sólo la parte más conocida de las curvas-pesadilla para la gente como yo a la que no le gusta mucho conducir, sino la parte de abajo arbolada es preciosa vista en perspectiva hacia arriba o hacía abajo. Y al principio paseando, y más tarde en varios tranvías antigüos, bajamos de nuevo de vuelta a Fisheman’s Warlf.

Allí en medio del tráfico, bastante fluido y constante, nos hicimos las fotos de rigor en esta peculiar calle mientras nos percatábamos de que había, además de unos fantásticos coches como veréis más abajo (intentamos hacer autostop pero ni caso..), unas hermosas vistas a Alcatraz y muchísimas casas victorianas y coloridas que componían un barrio encantador al que podríamos llegar a acostumbrarnos..

Al principio paseando, y más tarde en varios tranvías antigüos, bajamos de nuevo de vuelta a Fisheman’s Warlf. Porque ir a Alcatraz lo descartamos ya que teníamos poco tiempo, pero es cierto que impresiona verlo aún en la distancia, hay muchísimas excursiones hacía allí con distintos precios e incluso se puede ver de noche!















Y tras parar en alguna tienda de ropa y artículos naúticos merendamos algo y volvimos al hotel porque había que ponerse guapos para ir a cenar al Pier 39.












Próxima parada.. Noche en San Francisco.
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